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Crítica del concierto de San Sebastián en el Diario Vasco

EDICIÓN IMPRESA
Una y mil veces
JUAN LUIS ETXEBERRIA/
 Día: 18 Mayo 2006. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: Unas 400 personas
Marta, de cuarenta años que no los aparenta (según ella), se abrazaba a Kepa, su novio de toda la vida. Se conocieron hace veinte años, en un bar de lo viejo, al son de ese Déjame cantado por un grupo madrileño castigado por las desgracias. Y desde entonces no han faltado a la cita de su banda favorita en Donostia. La pareja en cuestión tiene ahora un par de revoltosos por casa, pero cada vez que Los Secretos aterrizan sobre algún escenario guipuzcoano, allá que se plantan, previo amerizaje de los churumbeles en el hangar materno.

Siempre les suelen acompañar, como pasó el pasado jueves en la sala Gazteszena de Egia, unas 400 personas más. Eso como mínimo. Una cuadrilla que, y esto puede sonar raro, puede volver a juntarse dos días después para ver actuar a la misma formación musical.

Centenares de chicos y chicas (vale, más de los segundo) que en su día se enamoraron de los Urquijo y sus bellas melodías y en los que aún prende la mecha melódica en sus cuerpos. Alguna moza más joven también se deja caer por el lugar.

Ellos y ellas cantan, tararean por lo bajini las canciones en las que Alvaro utiliza su voz dejada y llevada, aplauden cuando deben y cuando quieren y se saben de carrerilla cualquier composición anterior a la aparición de las privadas en la tele. Y alguna de las nuevas canciones también, claro. Y el grupo les regala dos horas de concierto, algo no muy usual hoy en día. 120 minutos marcados por esos medios tiempos (ya saben, ni rápido ni despacio) en los que el desamor tan bien casa con la música.

El quinteto madrileño está muy afincado en el pop-folk que Dylan o los Byrds dieron al mundo, ese que tanto le aplaudimos a modernos como Neal Casal y nunca nos cansaremos de escuchar. Los Secretos saben jugar sobre el mismo eje, con el carácter que sólo los años dan: Ahora acústico, ahora con guiños al soft soul (el nuevo single Una y mil veces), ahora guitarrero. Aquí la vieja escuela se graba sacando la vieja Rickenbacker de doce cuerdas y su análoga acústica, amigo.

«Cambio de planes, cambio de planes», repetirá sin cesar durante todo el concierto una moza cercana a nuestros Kepa y Marta, recordando aquel disco secreto de 1993. Llegas tarde, maja, el plan esta marcado a fuego. Y creo que ninguno de los presentes quiere que varíe.

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